La conmemoración de la Convención sobre los Derechos del Niño es una oportunidad para reflexionar sobre nuestras prácticas y renovar nuestro compromiso con el disfrute de esos derechos. Niños, niñas y jóvenes son parte fundamental de la sociedad del futuro y también de la ciudadanía del presente.
La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) es un tratado internacional que reconoce los derechos humanos de niños, niñas y jóvenes, definidos simplemente como todas las personas menores de 18 años. Se aprobó el 20 de noviembre de 1989 y cada año, en esta fecha, se celebra el Día Universal del Niño. En 1990 se convirtió en ley, después de ser firmada y aceptada por España y otros países.
Hoy, en el 30 aniversario de la Convención, cabe destacar que se trata del tratado internacional más ratificado de la historia, ya que la CDN ha sido aceptada por todos los países del mundo excepto Estados Unidos.
La aplicación de la CDN es obligación de los gobiernos, pero en su texto también define las obligaciones y responsabilidades de otros agentes como progenitores y/o tutores legales, profesorado y resto de profesionales del ámbito socioeducativo, profesionales de la salud o de la investigación, entre otros; así como las propias niñas, niños y jóvenes.
Desde Fundación Picarral aprovechamos esta conmemoración para revisar nuestras actuaciones a la luz de la CDN. La integración de esa perspectiva de derecho en todas las intervenciones que desarrollamos es un elemento muy importante para una mejora significativa de las mismas, dotada –además– de un gran alcance. Al mismo tiempo, esta labor nos sirve para renovar y reforzar nuestro compromiso con la CDN y poner en marcha o apoyar la puesta en marcha de medidas, dispositivos y/o estrategias tendentes a garantizar los derechos de todas las personas menores de 18 años sin exclusión alguna.
La presencia de discursos que vienen a poner en duda de la CDN o su aplicación a algunos niños, niñas y jóvenes en virtud de determinados atributos, evidencia o bien un profundo desconocimiento o bien la ausencia de un mínimo compromiso ético y ciudadano con un sector de la población especialmente vulnerable. En cualquier caso, viene a poner de relieve la necesidad de seguir trabajando en favor del reconocimiento de los derechos de todas las personas menores de 18 años, y a marcar el largo camino que queda por hacer. Como señalaba el Plan de Acción de la Cumbre Mundial a favor de la Infancia:
«No hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño [niña y joven], de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana«
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